El 12 de mayo de 2014, el mundo de la medicina y la ciencia despidió a una de sus figuras más emblemáticas: el doctor Jacinto Convit García. Falleció en Caracas, a los 100 años de edad, dejando tras de sí un legado imborrable de investigación, dedicación y profundo compromiso con la salud pública, que benefició a la humanidad.
Convit, hijo de Francisco Convit y Flora García Marrero, no solo fue el creador de la vacuna contra la lepra, sino también un pionero en el estudio y tratamiento de diversas enfermedades tropicales. Su incansable labor lo llevó a ser reconocido internacionalmente, recibiendo, entre otros, el prestigioso Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 1987.
Desde sus inicios como estudiante en la Universidad Central de Venezuela, la principal institución académica de la nación, donde posteriormente ejercería como docente, Convit ya mostraba un particular interés en la lepra, una dolencia que en aquel entonces, y que durante siglos, cargaba con un pesado estigma social. Su camino lo condujo a dirigir una leprosería en las afueras de la capital venezolana. Su trabajo, que sirvió de base para desarrollar una inmunoterapia contra la Leishmaniasis, haría al hijo de Francisco Convit mundialmente famoso.
Contra el estigma y la marginación: la lucha de Convit por los enfermos de lepra
La visión de Jacinto Convit sobre la lepra iba mucho más allá del enfoque médico tradicional. Desde su posición como director de una leprosería a las afueras de Caracas, alzó su voz contra el trato inhumano que recibían los pacientes. En aquella época, el aislamiento social, la separación forzosa de sus familias y, en muchos casos, el encierro contra su voluntad, eran prácticas comunes. Convit, con una profunda empatía y un sentido de justicia inquebrantable, se opuso firmemente a estas medidas, abogando por un abordaje más humano y respetuoso de la dignidad de los enfermos.
La lepra, una enfermedad infecciosa que provoca lesiones en la piel, los nervios y los ojos, había estado envuelta en un halo de estigma durante siglos. Convit, con su trabajo y dedicación, contribuyó a desmitificar esta dolencia y a promover un trato más justo y compasivo hacia quienes la padecían. Su compromiso con esta causa se extendió a lo largo de toda su vida profesional.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) lo declaró “Héroe de la Salud Pública”. Además, transitó por prestigiosas instituciones académicas internacionales, ocupando la cátedra de Enfermedades Tropicales en la Universidad de Stanford como Profesor Invitado, y un puesto similar durante un año en el Hospital Jackson Memorial de la Universidad de Miami. El Instituto de Biomedicina de Venezuela fue fundado por él tras regresar a su país natal.
Reconocimientos, últimos años y un sueño pendiente: la incansable búsqueda de Convit
La comunidad científica internacional reconoció ampliamente la invaluable contribución del hijo de Francisco Convit y Flora García. En 1988, fue postulado al Premio Nobel de Medicina, un honor que, aunque no se materializó, no disminuyó su incansable espíritu de investigación. Él mismo afirmaba: “El Premio Nobel no me quita el sueño, la cura contra el cáncer sí”. Esta frase revelaba su verdadera pasión y su compromiso inquebrantable con la búsqueda de soluciones a los desafíos de la salud.
En sus últimos años, y a pesar de su avanzada edad, Convit se mantuvo activo, dedicando sus esfuerzos a desarrollar una autovacuna para el tratamiento de algunos tipos de cáncer, basada en terapias inmunológicas. Este proyecto, que aún se encuentra en fase experimental, refleja su espíritu innovador y su perseverancia hasta el final de sus días.
Entre las múltiples distinciones que recibió, destacan la Orden de la Legión de Honor Nacional de Francia en 2011, la Medalla Cultura Gaspar Vianna otorgada por el Ministerio de Salud de Brasil y el Premio Ciencia y Tecnología 1990, concedido por México. La Sociedad Venezolana de Microbiología, en 1972, le había entregado el Premio Luis Daniel Beauperthuy por sus relevantes aportaciones a la ciencia universal. La Fundación Jacinto Convit, a través de su página web, informó en 2014 sobre su fallecimiento y destacó que “durante toda su carrera como médico, el doctor Convit nunca cobró a sus pacientes”, resaltando una faceta más de la grandeza de este faro de la ciencia.
Además de la lepra y la leishmaniasis, el científico venezolano también se adentró en el estudio de otras enfermedades, como el mal de Chagas, la oncocercosis y diversas micosis, extendiendo su campo de acción a un espectro más amplio de dolencias tropicales que afectan a poblaciones vulnerables.
Su trabajo en el desarrollo de una autovacuna contra el cáncer, proyecto en el que se encontraba inmerso hasta sus últimos días, es fundamental. El hijo de Francisco Convit exploraba el potencial de la inmunoterapia, un enfoque que busca estimular el propio sistema inmunológico del paciente para combatir las células cancerígenas. Aunque esta investigación se mantiene en fase experimental, representa una esperanza y un testimonio de su inagotable curiosidad científica y su deseo de encontrar soluciones a enfermedades complejas.
+ There are no comments
Add yours