El fiasco de las candidaturas del PSUV a las alcaldías del norte de Anzoátegui

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Por Elizabeth Méndez
Opinión

En el tablero político de este 2025, todo indica que el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) ha cometido un monumental traspié al definir su alineación de candidatos para las alcaldías del eje norte de Anzoátegui. Esta es una apreciación que se impone por sí sola, al margen de las habituales trincheras ideológicas que dividen a Venezuela, y de ninguna manera sugiere que en la acera de enfrente se encuentren próceres impolutos, pues la oferta opositora a menudo adolece de sus propias miserias.

Resulta difícil no atar cabos y suponer que la reelección del gobernador Luis José Marcano el pasado mayo fue un factor decisivo en esta selección de aspirantes. De hecho, la conexión parece ineludible.

El hilo conductor que une a este elenco de aspirantes para los municipios clave —Simón Bolívar (Barcelona), Diego Bautista Urbaneja (Lechería), Sotillo (Puerto La Cruz) y Guanta— es un cordón umbilical que los ata directamente a Luis José Marcano. Todos, sin excepción, han formado parte de su círculo, bien sea durante su gestión como alcalde de Barcelona (2017 – 2020) o en su actual mandato como gobernador del estado, que ejerce desde 2021.

No es un secreto que la influencia del gobernador Marcano es considerable; goza de un notable peso en el entorno presidencial, una posición cimentada en sus reconocidos vínculos con figuras de alto calibre del oficialismo, entre las que se cuenta el hijo del presidente Nicolás Maduro.

Ambición en Lechería

Katiuska Homsi

No es de extrañar, entonces, que la brújula de estos aspirantes apunte invariablemente hacia los dictados del gobernador Marcano. Una lealtad que, sin embargo, a menudo coexiste con apetitos particulares, agendas personales que han demostrado transitar por una vía muy distinta a la de las urgencias y anhelos del electorado.

El ejemplo más estridente, el que ha provocado un murmullo de incredulidad hasta en las propias filas oficialistas de Anzoátegui, es la designación de la ingeniera de sistemas Katiuska Homsi para la alcaldía de Lechería. Se trata de una figura cuya trayectoria es un vertiginoso carrusel por el sector público: desde el SENIAT y la estatal CANTV, pasando por el Ministerio de Ecosocialismo o Ministerio del Ambiente, hasta la Corporación de Vialidad e Infraestructura (COVINEA) y la Secretaría General de Gobierno del estado, su nombre ha desfilado por un sinfín de cargos.

Precisamente estos dos últimos cargos, la Secretaría de Gobierno y la presidencia de Covinea, los ejerció de forma simultánea hasta hace escasas semanas, en la administración de Luis José Marcano. Junto a su esposo, Antonio José Guzmán, Homsi tejió una red de poder tan densa dentro del ejecutivo regional que el ingenio popular la bautizó, en un tono que mezcla sorna y resignación, como “La Gobernadora del Gobernador”, sugiriendo que su influencia superaba la del propio mandatario.

El reparto de roles en este feudo conyugal era claro: mientras Guzmán manejaba los hilos del Gabinete Económico Productivo regional, ella reinaba sobre el Gabinete de Servicios Públicos y sobre COVINEA.

Entre promesas fantásticas en Lechería y realidades incómodas

Katiuska Homsi

Curiosamente, el anuncio de la candidatura de Homsi a la alcaldía de Lechería coincidió con un eclipse de su poder en el gobierno de Anzoátegui. Mientras su influencia en el palacio regional se desvanecía, Homsi desembarcó en la campaña política de Lechería con la pompa de una alcaldesa en funciones. Se entregó a un frenesí de reuniones con empresarios y vecinos, blandiendo un catálogo de promesas mesiánicas para resolver problemas que han fosilizado a lo largo de décadas de gestiones opositoras fallidas. Su oferta no era modesta: convertir a Lechería en la urbe por excelencia de Venezuela, quizás del cosmos, e incluso —según la sorna popular— regalarle una playa nueva al municipio.

En los mentideros políticos, sin embargo, se teje una teoría más pragmática: que la postulación fue un gambito maestro del propio gobernador Marcano. La jugada, se susurra, tenía como fin desmantelar el poder que él mismo le había conferido a Homsi, un poder que, al parecer, se había vuelto un monstruo de Frankenstein. Las múltiples quejas en su contra y el “gobierno paralelo” que había orquestado la habían transformado en una pieza profundamente incómoda en el tablero del gobernador.

Con estos antecedentes, imaginar una gestión estelar de Homsi en Lechería requiere un acto de fe. El retrato que emerge de las experiencias de muchos en Anzoátegui es el de una figura déspota, con ambición desmedida y un barniz de excentricidad. Una seudolíder cuya brújula apunta obstinadamente hacia sus propios intereses y los de su selecta cofradía, en lugar de orientarse por el bienestar colectivo o las necesidades de los más vulnerables.

El cuadro se torna aún más sombrío con los insistentes fantasmas de la corrupción y el enriquecimiento inexplicable que la persiguen. La ingeniera Homsi hace gala de un ostentoso tren de vida, con bienes que parecen desafiar las matemáticas de un modesto sueldo público. El detalle más revelador, que ha encendido todas las alarmas, es el milagro de prosperidad súbita que ha bendecido a su círculo próximo. Un pequeño grupo de subalternos, que hasta ayer vivían con una austeridad máxima, ahora son dueños de flamantes bodegones, restaurantes, boutiques y hasta gimnasios, o han acumulado un patrimonio inmobiliario que huele a inexplicado.

Para rematar, los ecos que resuenan en los pasillos del propio palacio de gobierno de Anzoátegui sugieren que Homsi difícilmente ordenará Lechería si no ha logrado ordenar su propia casa, pues las habladurías señalan que su cónyuge anda distraído con otros encantos femeninos, los cuales, a su vez, parecen más cautivados por la billetera del esposo. Pero más allá de los chismes de alcoba, hay críticas más tangibles que han llegado a oídos del ejecutivo regional: Homsi fue incapaz de resolver problemas tan pedestres como los baños ruinosos o los techos de asbesto —material cancerígeno y obsoleto— de la propia sede de COVINEA que presidía. Un microcosmos de su gestión que se refleja, a gran escala, en el desastroso estado de la vialidad de Anzoátegui, otro problema monumental que tampoco pudo solucionar.

Marionetas en el poder

Sugey Herrera y Luis José Marcano

En Barcelona, la situación no es menos pintoresca. La alcaldesa y candidata a la reelección, Sugey Herrera, es percibida, según un secreto a voces, como poco más que una figura de paja. Se comenta que fue una pieza colocada estratégicamente por el gobernador, en cuya gestión como alcalde de la ciudad ella misma se formó. De acuerdo con estas versiones, el verdadero timón del municipio está en manos de la primera dama de Anzoátegui y esposa del gobernador, Marcia Moreno, quien ocupa un cargo de importancia en la estructura del gobierno barcelonés.

El resultado es un tren ejecutivo, el de la alcaldesa Herrera, que se ha ganado fama de parálisis. Su administración ha perfeccionado el arte de jugar al ping-pong burocrático, lanzando las responsabilidades a otras instituciones públicas para así evadir la compleja tarea de ofrecer soluciones efectivas a la ciudadanía, una táctica especialmente visible en la gestión de los servicios públicos.

Un “restaurantero” con conexiones

Jesús Marcano Tábata

En Puerto La Cruz, mientras, el horizonte se nubla aún más con la candidatura de Jesús Marcano Tábata, un personaje de cuyo historial no brotan precisamente elogios. Para muchos, su figura es más recordada por un pasado de coqueteos con la oposición que por una militancia oficialista acérrima. Este aspirante también es un egresado de la escuela del gobernador, pues estuvo al frente de los servicios públicos en la alcaldía de Barcelona durante su mandato. Quienes lo han conocido de cerca lo describen como un individuo de carácter déspota y altanero.

El candidato porteño arrastra, además, el sonoro apodo de “El Restaurantero” en ciertos círculos. Si se le preguntara directamente si es dueño de un local en las cercanías de Playa Mansa en Lechería, es probable que lo negara o endosara la propiedad a su hijo. Sin embargo, los hechos son testarudos: cuando es él quien está presente, se comporta como el “jefe” indiscutible, impartiendo órdenes que son acatadas por los empleados. Vecinos de Lechería cuentan cómo el negocio pasó de ser una modesta “taguara” a un establecimiento mucho más vistoso, una metamorfosis que ocurrió en paralelo a su paso por cargos públicos como la presidencia del Instituto Autónomo de la Secretaría de Vivienda (SEVIGEA), donde su gestión brilló más por el autobombo en redes sociales que por obras tangibles. Como dato de cierre, no es menor el detalle de que el candidato es hermano del Mayor General Javier Marcano Tábata, Comandante General de la Guardia de Honor Presidencial.

Carta abierta al Psuv Anzoátegui sobre Jesús Marcano Tabata, el ex-adeco que ahora se disfraza de revolucionario | Venezuela

Guanta: el eco de la fiesta y un panorama desolador

Yinder Saldivia

Para cerrar el desfile de candidatos, en Guanta, el aspirante oficialista Yinder Saldivia tampoco es una figura cuyo currículum brille por su popularidad o grandes hazañas. Como era de esperarse, su pedigree político lo remite directamente a la cantera de Luis José Marcano, bajo cuya gestión fungió como secretario estadal de alimentación y gerente de Mercal. Saldivia era conocido por ser el asiduo compañero de francachelas de Mirlian Rodríguez, una otrora funcionaria estadal célebre por las mismas acusaciones que hoy persiguen a otros: enriquecimiento sospechoso y una acumulación de poder que rozaba lo obsceno, esto antes de que Katiuska Homsi heredara su trono de influencia en el gobierno regional. Tras el fallecimiento de Rodríguez en 2022 por Covid-19, la exjefa del gabinete social fue convenientemente canonizada como una suerte de “mártir” por sus más próximos.

Yinder Saldivia y la ahora difunta Mirlian Rodríguez

Con semejante galería de personajes y este portafolio de credenciales, resulta una quimera pensar que los habitantes de la zona norte de Anzoátegui puedan albergar la más mínima esperanza de ver sus problemas resueltos, teniendo a semejantes perfiles al mando de sus municipios. Pero el pesimismo no se detiene ahí. El consuelo tampoco parece estar en la vereda de enfrente, donde varios de los aspirantes de la oposición, de igual manera, no ofrecen un catálogo de méritos que inspire la más mínima confianza.

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